Acercamientos a la Realidad desde el ámbito de lo tradicional y de lo contemporáneo.
AMMA.UN MENSAJE DE PAZ Y UNIDAD.
Todos deseamos construir un mundo de paz y felicidad. Para ello, se necesita humildad. Pero en el mundo actual, todos quieren ser dirigentes. Así, ¿cómo vamos a conseguir la paz? Sólo tendremos conflicto y guerra.
En la actualidad, nuestros cuerpos se expanden en todas direcciones, pero no nuestras mentes. Para conseguir que nuestras mentes se desarrollen y sen tan expansivas como el universo, necesitamos tener la actitud de un niño inocente. Sólo un niño puede crecer.
Por eso deberíamos tener la actitud de un principiante. El que empieza tiene paciencia, fe y entusiasmo. Con esas cualidades, como los niños, podremos disfrutar realmente de la vida.
Existe una vieja historia que trata sobre un grupo de monjes que vivían en un monasterio con su maestro. Los monjes llevaban una vida muy devota y disciplinada. En aquel lugar se respiraba una atmósfera tan maravillosa y espiritual que multitud de gente acudía de todas partes. Pero un día el maestro dejó su cuerpo. Al principio, los discípulos continuaron comportándose de igual manera, pero con el tiempo fueron descuidándose y, gradualmente, desapareció su devoción y disciplina. A menudo discutían, sus corazones se endurecieron y dejaron de sentir amor y devoción. La gente dejó de visitarlos y ningún monje nuevo deseaba ingresar en el monasterio.
Un día, uno de los monjes de más edad pensó que tenía que hacerse algo. Había oído hablar de un maestro espiritual que vivía de ermitaño en un bosque cercano. Salió del monasterio y fue a buscarlo para que le aconsejara. Cuando lo encontró, le explicó la desesperada situación en la que se encontraba el monasterio. El maestro sonrió y dijo: “Hay uno entre vosotros que es un gran santo, una verdadera encarnación de Dios. Los otros monjes no le muestran ningún amor ni respeto, y esa es la causa de todos vuestros problemas. Pero el Santo vive entre vosotros sin darse a conocer y no os revelará su santidad”. Tras estas palabras, el maestro cerró los ojos y el monje no pudo conseguir más información de él.
De vuelta al monasterio, el monje se preguntaba quién de entre sus hermanos podría ser el santo. “¿Será quizás el hermano que lava la ropa?”, se decía. “No, no puede ser él, pues tiene muy mal genio. ¿Tal vez sea el cocinero?”, se preguntaba. “No, no puede ser el cocinero pues cocina muy mal”. Así fue revisando la lista de todos los monjes, descartándolos a todos. Pero pensó: “Tiene que ser uno de los monjes, pues el maestro lo ha afirmado. No puedo saber quién es si solo veo los fallos que tiene cada uno. ¿Tal vez el santo dé muestras de algún fallo, a propósito, para ocultarse mejor?”
Tan pronto llegó al monasterio, contó a sus hermanos la gran noticia que le había transmitido el maestro. Se quedaron asombrados y se miraron atentamente, intentando descubrir quién podría ser el santo. Pero mientras se miraban, sólo veían las faltas que tenía cada uno. A partir de ese momento, empezaron a tratarse de forma muy diferente, con gran respeto y amabilidad, pues nunca sabían si el monje que estaba ante ellos era el santo. Tuvieron que esforzarse para ver solo la bondad que había en cada uno. Empezaron a tratarse con amor, y la atmósfera del monasterio cambió completamente. La gente volvió allí para absorber el amor y la divinidad que emergía de aquel lugar. Si nos mostramos humildes en cada una de nuestras acciones y también con los demás, conseguiremos que esta vida sea realmente una gozosa celebración.
La leche siempre es blanca, tanto si procede de una vaca negra, blanca o parda. De igual forma, la esencia inherente de cada uno, al margen de su nacionalidad o religión, es la misma. Es pacífica y armoniosa.
Los que padecen cáncer reciben un tratamiento similar en todos los países. De igual forma, el único camino para encontrar la paz y la alegría interior es a través de la práctica y de un pensamiento espiritual, que constituye la esencia de todas las religiones.
En el fondo, somos unidad. Al igual que la electricidad que se manifiesta a través de una bombilla, de un transistor de radio o de una televisión es la misma, el atman o el Ser interior es el mismo en todos los seres. En este mundo, todos necesitamos paz y amor.
Aquel cuyas piernas corren para ayudar al que sufre, aquel cuyas manos se extienden para consolar al afligido, aquel cuyos ojos lloran de compasión por los demás, aquel que atiende el lamento del prójimo y sus palabras consuelan a los que padecen; ese ser muestra realmente el auténtico amor hacia la humanidad.
Trabajamos por conseguir estos objetivos, olvidando todas las diferencias.
(Publicado en la revista Matruvani, diciembre 2002)