LAS PALABRAS DEL JEFE SEATLE

Palabras pronunciadas por Seatle, jefe de la tribu Duwani, en 1885.

“El gran cabildo de Washington ha hablado, desea comprar nuestra tierra. El gran cabildo ha dicho también unas palabras de paz y amistad. Está muy bien por su parte, ya que nosotros sabemos que él no necesita nuestra amistad. Pero consideraremos su oferta, porque sabemos que si no vendemos nuestra tierra, el hombre blanco vendrá con sus fusiles y tomará posesión de ella”.

“¿Cómo podéis vosotros comprar, o nosotros vender el aire o el calor de nuestro sol? No sabemos entenderlo. Nosotros no poseemos el aire vibrante ni el agua que chapotea. ¿Cómo entonces nos lo podéis comprar?”

Nuestra tierra es nuestra sangre

“Para nosotros esta tierra es sagrada. Gozamos mucho en nuestros bosques. Nuestra vida es diferente de la vuestra. El agua centelleante que se desliza por los riachuelos y ríos no es simplemente agua para nosotros, sino la misma sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos la tierra, habéis de pensar muy bien que para nosotros es una tierra sagrada (…). Cada reflejo del agua limpia del lago relata los acontecimientos del pasado de nuestro pueblo. El murmullo del agua es la misma voz del padre de mi padre. Las riberas son nuestras hermanas apaciguando nuestra sed. Los ríos sostienen y transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos”.

“… Ya sabemos que los hombres pálidos no comprenden nuestra manera de vivir. Para ellos un trozo de tierra es idéntico a otro, porque es un extranjero que viene de noche y toma el terreno que le parece. La tierra no es su hermana sino su enemiga (…). Olvida la tumba de sus antepasados y la herencia de sus hijos. Considera a su hermana tierra y a su hermano aire como dos mercancías que puede explotar y vender como cualquier cosa. Su voracidad le hará devorar cuanto exista en la superficie de la tierra y, detrás de él no dejará más que un desierto”.

“… La vida de vuestras ciudades hace daño a los ojos del piel roja. Pero tal vez es porque este piel roja no es más que un salvaje que no comprende nada. En las ciudades del hombre blanco no hay ningún refugio donde reposar. Ningún lugar donde el hombre pueda, en la primavera sentir como se abren las flores y el vuelo de los pájaros. Este alboroto de vuestras ciudades me hace mal a los oídos. Y ¿qué sentido le queda a la vida del hombre cuando ya no puede sentir el ulular de la lechuza en la noche, el croar de la rana en el cañaveral al atardecer?

“… El aire es precioso para el hombre de piel roja porque todo forma parte del mismo aire, los animales, los árboles, los hombres; Todo participa del mismo aire. El hombre blanco no le da importancia al aire que respira. Cuando un hombre hace tiempo que se está muriendo, ya no reacciona si se respira aire malsano…”.